¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová?
Existe un antiguo refrán que dice: «Aves de mismo plumaje vuelan juntas». Esto puede ser verídico para las aves, pero no siempre para los seres humanos. Un buen ejemplo es el rey Josafat de Judá. En casi todos los aspectos, resultó ser un rey excepcional, pues anduvo en los caminos de David. A medida que su corazón se afianzaba en el camino de Jehová, él fue eliminando la idolatría de la tierra y promovió la enseñanza de la Ley de Dios entre su pueblo. Cuando fue reprendido por el profeta Jehú, él respondió con piedad y condujo a su pueblo a confiar en Jehová en tiempos difíciles.
A pesar de ser un buen líder, Josafat se alió con el malvado rey Acab de Israel, lo que inició una serie de eventos desafortunados. Su alianza comenzó con una visita a Samaria y después su hijo Joram se casó con Atalía, la malévola hija de Acab y Jezabel. Josafat incluso apoyó a Acab en su guerra contra Siria y no intervino cuando los falsos profetas de Acab propagaban mentiras y el verdadero profeta de Dios, Micaías, fue encarcelado por proclamar la verdad. Más adelante, casi pierde la vida en una batalla contra los sirios por culpa de Acab. En resumen, por culpa de sus malas asociaciones, Josafat devastó a su familia, se entrometió en una guerra indebida, se expuso al mensaje de falsos profetas, se alió a la persecución del verdadero profeta de Dios y puso en riesgo su vida.
Al meditar en la vida de Josafat, a pesar de ser agradable a los ojos de Jehová en muchos aspectos, podemos vernos tentados a concluir: «Si tan solo no se hubiera tenido el pecado recurrente de asociarse con los impíos». Sin embargo, debemos preguntarnos: ¿Cuántos «si tan solo…» hay en nuestra vida? ¿Cuáles son esas amistades o cosas que permitimos erróneamente? Tengamos la gracia de despojarnos “de todo peso y del pecado que nos asedia” (He. 12:1).
Grant W. Steidl