No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente… comenzó a faltarle.
El hijo menor, después de reunir lo que había heredado, dejó el hogar paterno para explorar un país lejano lleno de luces brillantes y promesas de innumerables oportunidades para satisfacer sus deseos de placer y diversión. Creía que al satisfacer estos deseos, prohibidos por Dios, encontraría felicidad y satisfacción. Esta ha sido la engañosa mentira de Satanás y la locura del hombre desde el inicio de los tiempos.
Uno de los temas centrales del Libro de los Proverbios es la sabiduría que nos aleja del pecado. En Proverbios, el pecado a menudo es representado como teniendo un carácter engañoso, prometiendo algo que nunca puede cumplir (Pr. 5:3-4). Es extremadamente seductor, dulce como la miel, pero su resultado es amargo. El atractivo del pecado desaparece una vez que se comete, como alguien ha dicho: «El pecado parece atractivo al verlo de afuera, pero es horroroso una vez cometido». Por esta razón, a muchos pecados se les denomina “deseos engañosos” (Ef. 4:22).
La “provincia apartada” es el dominio de Satanás, un lugar moralmente apartado de la presencia de Dios. En este lugar, el príncipe de este mundo lleva a las personas, a través de sus deseos y pasiones, hacia la destrucción y la ira (véase Ef. 2:1-3). “Allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente… [y] comenzó a faltarle”. Esto es lo que sucede en el país de Satanás: allí no se recibe nada, solo se malgasta: “… nadie le daba” (v. 16). El joven estaba aprendiendo que no se puede disfrutar lo que el dinero compra cuando se ignora lo que el dinero jamás podrá adquirir. Pensó que se había liberado del trabajo en la hacienda de su padre, pero terminó siendo esclavo de “uno de los ciudadanos de aquella tierra”. Todos servimos a algo: somos esclavos del pecado y de Satanás o somos esclavos de la justicia y de Dios (Ro. 6:16).
Brian Reynolds