¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle.
Este salmo fue escrito por los hijos de Coré, quienes fueron preservados del juicio de Dios cuando la tierra se abrió y devoró a quienes se rebelaron contra él (véase Nm. 16). Luego de aquel oscuro día, los descendientes de Coré escribieron algunos salmos, ¡los cuales son muy conmovedores y reflejan sus experiencias intensas! A través de estas duras vivencias aprendieron a confiar y esperar en Dios. Dios, quien juzga el pecado según su santidad, es el mismo que perdona y restaura a su pueblo afligido cuando este clama a él.
Ver a tantos cristianos sufriendo provoca un profundo sentimiento de tristeza y dolor en aquellos que se preocupan por el honor del Señor y el bienestar espiritual de su pueblo. Vemos esto reflejado en las palabras del apóstol Pablo en 2 Corintios 11:28: “Además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”. Pablo encontró su consuelo en el Señor, y nosotros también podemos hacerlo.
Desde una perspectiva profética, el Salmo 42 representa al pueblo de Dios en el exilio, alejado de la tierra de bendición debido a su desobediencia. A pesar de la victoria del enemigo y la angustia del pueblo de Dios, Dios no los olvidó ni nos olvida a nosotros. ¡Nuestra esperanza está en Dios! Él es la respuesta y ánimo que necesitan todos aquellos que enfrentan situaciones similares y se sienten angustiados por la injusticia y el pecado aparentemente desenfrenados. Dios completará su obra de manera gloriosa. ¡“Aún he de alabarle”! Dios cuida de los suyos en cada dispensación, ya sea la Iglesia en la actualidad o Israel en el futuro.
“A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (Sal. 73:25-26).
Jacob Redekop