Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía… .
(Hechos 9:36-37, 39)
En el capítulo 6 del libro de los Hechos, leemos cómo la iglesia en Jerusalén se encargaba diariamente de las necesidades materiales de sus viudas. Con el transcurrir del tiempo, este ministerio, lleno de amor, rebasó la capacidad de los apóstoles. Siguiendo sus indicaciones, los creyentes seleccionaron a hombres piadosos y competentes a quienes los apóstoles delegaron dicha labor. De esta forma, los apóstoles pudieron concentrarse en la oración y el ministerio de la Palabra.
La caridad y la ayuda material no están limitadas solo a la congregación o a ciertos hermanos, denominados en este caso diáconos. ¡Qué hermoso es leer acerca de una hermana que trabajaba con sus propias manos, ayudándose con una aguja, para proveer de vestimenta a las viudas! Sus esfuerzos fueron muy valiosos para las viudas que se beneficiaban de ellos. Aquí las vemos, llorando junto al cuerpo sin vida de su benefactora, Tabita o Dorcas, mientras esperaban el comienzo de su funeral.
Los discípulos enviaron un mensaje a Pedro en una ciudad cercana, pidiéndole que viniera. Tal vez esperaban que él participara en el funeral. Sin embargo, Dios tenía un plan diferente para ese día. Él utilizó a Pedro para resucitar a Dorcas de una forma tranquila y sin alarde. Cuando Dorcas volvió a la vida, Pedro enseguida la presentó viva a las viudas y los creyentes que estaban reunidos (v. 41).
Aunque no podamos realizar milagros como los de Pedro o el resto de los apóstoles, bien podemos seguir el ejemplo de Dorcas, utilizando nuestras manos, capacidades, vehículos, casas o cualquier otro recurso que Dios nos haya confiado, para satisfacer las necesidades de los demás.
Eugene P. Vedder, Jr.