Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo.
Hiram siempre había amado a David.
En este pasaje, descubrimos el profundo amor de Jonatán hacia David. Jonatán amaba intensamente a David, hasta el punto de renunciar a todo por él. Admiraba a David por lo que era y, con una actitud de abnegación, le entregó todo lo que tenía. David expresa su propia perspectiva sobre el amor de Jonatán en 2 Samuel 1:26-28. Esto sucedió cuando David se enteró de la muerte de Jonatán, él exclamó con tristeza: “Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán, que me fuiste muy dulce. Más maravilloso me fue tu amor que el amor de las mujeres. ¡Cómo han caído los valientes, han perecido las armas de guerra!” Podemos cuestionar a Jonatán, argumentando que su amor por David no fue suficiente porque nunca se apartó de su padre Saúl. Sin embargo, David mismo nos da su apreciación acerca del amor de Jonatán: “Maravilloso me fue tu amor”. ¿Podrá el Señor Jesús alabarme de la misma manera cuando me encuentre con él?
Por otro lado, el rey Hiram “siempre había amado a David”. Su amor, al igual que el de Jonatán, quedó demostrado a través de acciones y sacrificios. Aunque Hiram era un rey de las naciones, él tenía un profundo respeto y amor hacia David, lo que expresó a través de la provisión de materiales y trabajadores cualificados para la construcción del templo de Salomón (véase 1 R. 5).
El amor verdadero se demuestra a través de nuestras acciones y obras, tal como lo expresó el Señor Jesús: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn. 14:15). El auténtico amor a Cristo se manifiesta en la obediencia, el deseo de servirlo y el esfuerzo por promover sus intereses en este mundo. ¿Estamos siguiendo el ejemplo de Jonatán e Hiram? Si es así, seremos reconocidos como aquellos que aman a Jesús.
D. Van Duyn