David fue a Saúl y le servía; y Saúl lo amó grandemente y lo hizo su escudero.
(1 Samuel 16:21 NBLA)
Sentado junto a un pequeño fuego, a las orillas del mar de Tiberias, el Señor Jesús le hizo una pregunta muy importante a su apóstol Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?” (Jn. 21:15). Nosotros también deberíamos hacernos preguntas acerca de nuestro amor al Señor Jesús. ¿Realmente lo amamos? ¿Cuánto? ¿Qué efecto tiene este amor en nuestra vida y en nuestro comportamiento?
Podemos usar un ejemplo del Antiguo Testamento para responder a estas preguntas y examinarnos a nosotros mismos, analizando las motivaciones y el resultado de nuestro amor. Con este fin, meditemos brevemente en David y en varias expresiones de amor a su persona. Como sabemos, David es una imagen de nuestro Señor Jesucristo. Es fundamental recordar que nuestro amor debe ser mucho más profundo que la simple apariencia exterior.
En 1 Samuel 16:21 hallamos la primera expresión de amor hacia David. Saúl amaba a David grandemente. David, un joven rubio y de hermoso parecer, se presentó ante Saúl, quien reconoció el gran potencial que había en él. Sin embargo, el amor de Saúl hacia David era egoísta, pues buscaba solamente su propio beneficio. Saúl podía usar a David para promover sus propósitos y deseos personales. Este tipo de amor no puede perdurar y, como vemos en el caso de Saúl, este amor se transformó rápidamente en celos y odio. En el 1 Samuel 18:9-11 leemos acerca de la ira de Saúl ante la creciente popularidad de David y el odio horroroso que brotaba en su corazón hacia él. Es un mensaje solemne para nosotros, que nos invita a meditar en nuestro propio amor. ¿Es nuestro amor temporal y egoísta? ¿Está basado en el beneficio personal? Debemos depender de la gracia para asegurarnos de que nuestro amor por el Señor Jesús sea auténtico. Necesitamos que nuestros pensamientos y deseos estén completamente ocupados con él, para que así nuestro amor no se enfríe.
D. Van Duyn