Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme… ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron.
El Antiguo Testamento relata cómo los ángeles hablaban en nombre de Dios. Después de 4. 000 años, el Hijo, que es Dios mismo, vino a presentar “una salvación tan grande”. Confirmó su mensaje con numerosas señales, milagros y prodigios, pero su pueblo lo rechazó y lo crucificó. Sin embargo, al tercer día resucitó de entre los muertos. El Libro de Hechos nos habla acerca de él, quien fue exaltado a la diestra de Dios y actuó en esta tierra, primero a través de sus apóstoles Pedro y los que estaban con él, y más tarde a través de Pablo. El Señor Jesús, desde el cielo, confirmó su mensaje, permitiendo que realizaran obras de poder y señales que apuntaban a él. Estas maravillas requerían la atención de todos, ya que el Señor, en su gloria, trabajaba junto con sus siervos.
Hebreos 2:2-4 describe tres etapas en el comienzo. (1) Mientras estuvo en la tierra, el Señor Jesús habló acerca de “una salvación tan grande”. (2) Aquellos que lo escucharon confirmaron su mensaje a otros. (3) Luego, desde el cielo, el Señor llamó a Saulo de Tarso (Hch. 9:3), quien formaba parte de la tercera etapa. Saulo no había estado con el Señor en la tierra ni con aquellos que lo escucharon. Saulo se convirtió en el apóstol Pablo, quien escribió esta carta a los Hebreos.
En una visión, mientras Pablo estaba en el templo de Jerusalén, el Señor Jesús le reveló que la nación judía no aceptaría su testimonio (véase Hch. 22:18), tal como lo hicieron con su Maestro. Sin embargo, a pesar de esto, Dios, en su gracia, continúa extendiendo su mano hacia ellos, y lo seguirá haciendo, ya que siempre habrá un remanente en Israel que acepte su salvación. En un futuro cercano, llegará el momento en que toda la nación de Israel será salva (véase Ro. 11:5, 26). En ese momento, el “mundo venidero, acerca del cual estamos hablando”, no estará sujeto a los ángeles, sino al Hijo del hombre.
Alfred E. Bouter