Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta… con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad.
Consideremos brevemente las circunstancias que rodeaban la celebración de la Pascua. La sangre en el dintel era la base de seguridad para el israelita. Sin embargo, hay otros aspectos de profundo interés en los que la mente espiritual puede sumergirse con gran provecho.
En primer lugar, el cordero se cocinaba asado al fuego, lo cual era un proceso que expresaba con gran énfasis un principio significativo. La acción del fuego sobre la carne del cordero representaba claramente la intencionalidad de los sufrimientos de Cristo, quien voluntariamente expuso su bendita Persona a la plena manifestación de la ira de Dios contra el pecado.
Descansar con seguridad en la sangre derramada y comer del cordero asado al fuego son dos cosas diferentes. La diferencia la podemos hallar en las palabras del apóstol Pablo en Filipenses 3:10: “… a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos”. Este es el deseo de alguien que descansaba plenamente en la sangre del Cordero. La comunión en los sufrimientos de Cristo es algo poco conocido, incluso por aquellos que descansan plenamente en la sangre de Cristo; si profundizaran en esta comunión, experimentarían una mayor profundidad y poder en su vida cristiana. A menudo nos conformamos con entender el valor de la sangre, sin alimentarnos del Cordero, perdiendo así gran parte de nuestro privilegio de tener una comunión personal con Jesús.
La importancia radica no solo en la obra consumada, sino en Aquel que la llevó a cabo. La obra es el objeto principal para el pecador, pero el santo encuentra su verdadero propósito en Aquel que la realizó. Cuanto más capacitado esté el creyente para comprender quién es Cristo, más perfecto será su descanso en la obra que él realizó.
C. H. Mackintosh
A. M. Jones