Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.
El tiempo es un bien sumamente valioso, ya que es irreversible e irreemplazable. Por lo tanto, es importante considerar cuidadosamente cómo utilizamos nuestros días e incluso nuestros minutos. Debemos recordar que el tiempo es un regalo de Dios y que nosotros somos simples administradores. Llegará el momento en el que tendremos que rendir cuentas de cómo hemos empleado aquello que se nos ha confiado.
El versículo 15 nos enseña que solo hay dos formas posibles de vivir: con sabiduría o con necedad. Utilizar nuestro tiempo sabiamente implica reconocer que nuestros días pertenecen a Dios. El objetivo es comprender la voluntad del Señor y alinear nuestras actividades y horarios con sus propósitos. Para lograr esto, es importante buscar orientación diariamente en íntima comunión con Dios a través de la lectura de la Palabra y la oración. Al hacerlo, nuestros ojos espirituales se abren para discernir qué oportunidades provienen de Dios y cuáles no están alineadas con sus propósitos.
Sin embargo, los necios no meditan adecuadamente acerca de su forma de vivir. Algunos se vuelven improductivos y perezosos, viviendo para satisfacer sus propios placeres mientras ignoran el propósito que Dios tiene para sus vidas. Por otro lado, hay quienes pueden estar muy ocupados y tener un gran éxito según los estándares del mundo, pero si sus días están ocupados con actividades que no están alineadas con la voluntad de Dios, entonces están desperdiciando su tiempo.
Si queremos aprovechar al máximo las oportunidades, es importante comenzar cada día con el Señor, sometiéndonos a su voluntad y pidiéndole que nos guíe. No queremos llegar al cielo y descubrir que, a pesar de habernos mantenido ocupados, no invertimos nuestro tiempo en lo que tenía valor eterno.
Tim Hadley, Sr.
