El Señor Está Cerca

Miércoles
18
Junio

Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

(Romanos 3:28)

Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.

(Santiago 2:24)

Fe y obras

Se ha dicho que la fe y las obras son absolutamente irreconciliables. Esto está lejos de ser cierto. La mayoría de los conceptos erróneos, sin embargo, contienen un grano de verdad en algún lugar, y este no es una excepción. Es muy cierto que la doctrina popular de la salvación basada en el mérito humano, por cualquier obra, es absolutamente contraria a la verdad bíblica de la justificación por la fe. Sin embargo, ¡las Escrituras hablan de buenas obras! Pero son de un orden completamente diferente y están tan en armonía e íntimamente ligadas a la fe como lo están los frutos y las hojas de un árbol a la savia que fluye en el tronco y las ramas

Estudien el contexto de estos dos pasajes con cuidado, y verán la sorprendente evidencia de la armonía que existe entre la fe y las obras. En Romanos, la justificación ante Dios es vista como descansando únicamente en el principio de la fe. En Santiago, la justificación no es solo o principalmente por la fe, sino por las obras. Es importante señalar que en Santiago la justificación se nos presenta como algo público, tal como se ve en el mundo ante los hombres.

Pablo y Santiago citan a Abraham como el gran ejemplo del Antiguo Testamento. En la vida de este extraordinario hombre, llamado por Dios a convertirse en “padre de todos los creyentes” (Ro. 4:11), vemos la fe como una realidad viva entre su alma y Dios. Abraham “creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Gn. 15:6). Años más tarde, con simple obediencia, fue al monte Moriah para sacrificar a Isaac, en quien descansaban las promesas (véase Gn. 22). Creyó en Dios como el que resucita a los muertos.

Pablo nos presenta el lado interior, diciendo que somos justificados “por la fe”; Santiago, mirando las cosas exteriormente, dice que somos justificados “por las obras”. Nos presentan ambas caras de una misma verdad, sin descuerdo alguno entre sí.

F. B. Hole

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