Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.
¿Has encontrado el descanso bendito en la sangre y la obra de Emanuel? ¿Has buscado el reposo durante mucho tiempo y aún no lo has encontrado? Toda otra paz es falsa, sombría e irreal. Las palabras de gracia del Salvador le ofrecen al alma confianza y paz eterna. Su gracia nos brinda descanso en el presente y en la gloria.
Las aspiraciones inmortales del alma solo pueden ser satisfechas mediante la posesión del favor y el amor de Dios, los cuales se encuentran en Jesús. La invitación es incondicional y todos, sin excepción, están calificados y son bienvenidos. Para los débiles, cansados y cargados de pecado, hay una puerta abierta de gracia. Querido lector, permita que la dulce cadencia de estas palabras de Jesús lo envuelvan en medio de sus preocupaciones terrenales. Refúgiese en él y estará seguro en el tiempo presente y por toda la eternidad. Quizás hayan tormentas y dudas temporales, pero estas serán como olas superficiales en el océano, mientras que en lo profundo habrá una serena calma.
Aquellos que son salvos pueden cantar a Dios: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera” (Is. 26:3). Si la anticipación de este descanso es preciosa, ¿qué diremos de su gloriosa consumación? Despertaremos en la mañana de la inmortalidad, habiendo dejado atrás el inquieto mundo terrenal para siempre. La fe dará paso a la visión y la esperanza se convertirá en realidad. No habrá más inclinación hacia el pecado ni principios latentes del mal que perturben la tranquilidad eterna del espíritu.
El corazón tembloroso solo encontrará descanso en Aquel en quien pueda confiar plenamente, reposando de manera permanente en el gozo del Dios infinito.
J. R. MacDuff