La sabiduría edificó su casa… Mató sus víctimas, mezcló su vino, y puso su mesa… Sobre lo más alto de la ciudad clamó. Dice a cualquier simple: Ven acá. A los faltos de cordura dice: Venid, comed mi pan, y bebed del vino que yo he mezclado. Dejad las simplezas, y vivid, y andad por el camino de la inteligencia.
El Libro de Proverbios personifica la sabiduría como una mujer grácil que ha preparado un banquete para todos los que entran en su casa. Esta imagen representa al Señor Jesús, nuestra fuente de sabiduría (1 Co. 1:30), quien invita a todos los sedientos a acercarse a él y beber (Jn. 7:37).
Sin embargo, en Proverbios 9 leemos acerca de otra mujer, la cual personifica a la insensatez. Si no estamos atentos, podemos fácilmente dejarnos seducir por su invitación, ya que al principio se presenta engañosamente similar a la sabiduría. Ella también proclama: “El que sea simple, que entre aquí” (v. 16 NBLA). Sin embargo, lo que la insensatez ofrece es la dulzura del agua hurtada y del pan comido en secreto, es decir, los placeres temporales del pecado. Estos placeres son atractivos para nuestros deseos naturales, de lo contrario no los ofrecería; y muchos que tenían la intención de alejarse de la insensatez se han dejado llevar por sus vicios (vv. 15-18).
En lugar de aislarnos, debemos aprender a estar atentos a la voz tentadora de la insensatez. Ella busca captar nuestra atención y pretende estar al mismo nivel que la sabiduría (v. 14). Sería un desastre espiritual ignorar las voces que compiten a nuestro alrededor. En lugar de ignorarla, debemos buscar placeres más elevados que los ofrecidos por la insensatez. ¿Por qué conformarnos con pan y agua, consumidos en secreto y con culpa, cuando podemos disfrutar de un banquete con carne y vino? Al ejercitar nuestros sentidos para discernir entre el bien y el mal (He. 5:14), desarrollamos madurez espiritual y entendemos que las tentaciones nunca podrán satisfacer nuestras almas.
Stephen Campbell