El Señor Está Cerca

Miércoles
21
Mayo

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes… orando en todo tiempo… por todos los santos.

(Efesios 6:12, 18)

Orar por todos los santos

Al meditar en el versículo de hoy, podemos darnos cuenta que el conflicto espiritual es más serio de lo que comúnmente pensamos. No se trata simplemente de un enfrentamiento individual con Satanás; los poderes de las tinieblas se han congregado para oponerse a toda la Iglesia de Dios en la tierra, esto es, a todos los creyentes. El cristiano consciente de esto no puede limitar su interés a una pequeña parte de la Iglesia, ya que la Iglesia es la única entidad que se opone a Satanás. Comprender este hecho impide que el cristiano reduzca su círculo de interés a algo más pequeño que toda la Iglesia, ya que cualquier brecha en cualquier parte de la Iglesia significa una victoria para el enemigo.

Imagínese que usted está de pie y un hermano cae frente suyo. ¿Esto no debería importarle? Sin duda, debería importarle, incluso si sus sentimientos son tan limitados que no se conmueve ni en lo más mínimo. Cuando existe tal falta de preocupación por mi hermano, entonces demuestro que no comprendo la naturaleza del conflicto y que no me involucro mínimamente en él.

El diablo utiliza sus artimañas para atraer a los creyentes con lo que es popular. Los seduce con doctrinas engañosas o elementos de la religión mundana que no son de Cristo, y su objetivo es apartarlos de la verdad de su posición en Cristo. Una de sus artimañas es persuadir a los cristianos de que la verdad contenida en la Epístola a los Efesios es demasiado elevada para ellos, demostrando así cuánto la desprecia.

Cada creyente debe tomar su propia armadura, pero no debe centrarse solo en sí mismo. También debe orar por todos los santos y por la revelación del misterio, y no solo por el misterio del Evangelio, sino también por el misterio de la unidad entre Cristo y su Iglesia (véase Ef. 3:5; 5:32).

J. T. Mawson

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