Aun en la risa tendrá dolor el corazón; y el término de la alegría es congoja.
Dios, al crear al hombre, lo hizo sumamente feliz. El jardín del Edén era un lugar de una belleza inimaginable, sin espinas ni cardos que arruinaran su perfección. Estaba regado por cuatro ríos puros que lo atravesaban, manteniéndolo siempre floreciente y hermoso. Además, el jardín ofrecía una gran variedad de frutas para que Adán las disfrutara. Además, Dios creó a Eva a partir de una de las costillas de Adán, convirtiéndola en su esposa. Pero más allá de todo esto, la máxima satisfacción de Adán residía en la compañía diaria de Dios, quien lo visitaba diariamente, brindándole bienestar físico, emocional y espiritual.
Sin embargo, la felicidad de Adán fue interrumpida rápidamente debido a su pecado de desobediencia. La comunión con Dios se rompió y fueron expulsados del jardín, teniendo que trabajar y sudar para sobrevivir. Querido lector, este pecado de desobediencia contra Dios es la raíz de toda la infelicidad, miseria, soledad y dolor que usted experimenta en su vida. Al igual que Salomón, usted ha intentado cubrir con risa su tristeza (véase Ec. 2:1-2).
El cantante cristiano Steve Green expresa lo siguiente en una de sus canciones: «La risa esconde un clamor silencioso que solo Jesús escucha». Cuando sus amigos se vayan y usted quede nuevamente solo, sus dos indeseados compañeros, la tristeza y la soledad, regresarán para atormentarlo. Solo si se vuelve por completo al Señor Jesucristo, es decir, arrepintiéndose de sus pecados y pidiéndole que entre en su corazón, podrá experimentar su perdón por aquellos mismos pecados que no solo lo han separado de él, sino que también le han robado la verdadera alegría durante todo este tiempo. Quizás sus circunstancias exteriores no cambien, pero interiormente usted rebosará de alegría.
Richard A. Barnett