No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios.
Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.
Cuando Pablo escribió su segunda carta a Timoteo, él estaba adportas del martirio (2 Ti. 4:6), los creyentes en Asia lo habían abandonado (2 Ti. 1:15), y algunos de sus colaboradores lo habían abandonado por temor a la persecución y habían vuelto a sus trabajos seculares, amando más este mundo (2 Ti. 4:10). A pesar de toda la oscuridad a su alrededor, él se tomó el tiempo de recordarle amorosamente a Timoteo que Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía. En lugar de eso, Dios nos ha dado un espíritu de poder, amor y dominio propio.
Al darnos un espíritu de poder, él nos ha concedido una fuerza ilimitada a través de la capacidad del Espíritu Santo. Esto nos habilita para servir con valentía, soportar pacientemente, sufrir triunfalmente y, si es necesario, morir gloriosamente.
Dios nos ha dado un espíritu de amor a Dios, el cual expulsa el temor y nos capacita para entregarnos a Cristo sin importar el costo (véase 1 Jn. 4:18). Este espíritu de amor también se extiende hacia nuestros semejantes, lo que nos hace estar dispuestos a soportar cualquier tipo de persecución y responderles con bondad.
Dios también nos ha dado un espíritu de dominio propio y disciplina [sabia discreción, JND]. Debemos usar la discreción y evitar actuar de forma precipitada, apresurada o insensata, lo cual puede ocurrir si nos dejamos consumir por el miedo o el temor debido a una falta de fe. Independientemente de nuestras circunstancias, debemos mantener un juicio equilibrado y actuar con sobriedad.
William S. Ibrahim