Nos escogió en él antes de la fundación del mundo.
“Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Jn. 13:1). Esta es una verdad conocida por cada creyente en Cristo, tanto por propia experiencia como a través de la fe. En este mundo frío, ¡oh, qué dulce es experimentar el amor de Cristo! Cuando el corazón está frío y anhela un poco de calor, qué dulce es dirigirnos al Señor Jesús y sentir el calor de su amor. Al mirar hacia él, nuestro corazón siempre entra en calor.
La Epístola a los Efesios nos expone cómo se alimenta el amor del Señor Jesús por su Iglesia. En el capítulo 1, versículo 4, se nos presenta una escena que ocurrió antes del tiempo. Cuando el Señor Jesús me mira, ve a alguien que fue escogido por el Padre desde antes que el tiempo existiera, para mostrar la gloria de su gracia al hacerme acepto en el Amado. Él ve en mí a un elegido del Padre, alguien que fue unido al Hijo desde antes de la fundación del mundo. No solo soy como el hijo pródigo que fue recibido en la casa del Padre, sino algo más que eso: hay un propósito secreto; el Padre y el Hijo son uno en ese propósito, y el pobre pecador fue escogido y hecho acepto en él desde antes de la fundación del mundo.
¿Puede Dios estar en contra de usted cuando ha forjado este propósito sobre usted? ¿No debería amarle el Hijo al ver su asociación con el Padre desde antes de que el mundo fuera? Él se sacrificó en la cruz por usted, llevando sus pecados en su propio cuerpo: Dios puso sobre él su maldad y la mía. ¿Podemos mirar hacia arriba y no sentir la inmensa gracia de ese Dios que, al resucitarlo de entre los muertos, también nos resucitó y nos hizo sentar en lugares celestiales? Cuando el Señor Jesús ve a un creyente, dice: «A él lo amé desde antes de la fundación del mundo y debo amarlo hasta el fin por amor a mi Padre».
G. V. Wigram
