Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días.
Nabucodonosor destruyó los muros de Jerusalén y los judíos fueron llevados al cautiverio durante setenta años. Posteriormente, Ciro permitió que aquellos que deseaban regresar a Jerusalén pudieran hacerlo, y muchos lo hicieron. Aunque con el tiempo se reconstruyó el templo, la ciudad quedó en un estado de angustia y vergüenza. Los muros y las puertas que habían sido destruidas estaban en mal estado, dejando a la ciudad indefensa y a su pueblo sufriendo.
Nehemías, movido por Jehová, retornó a Jerusalén con el propósito de reconstruir el muro dañado y las puertas quemadas. Trabajando junto a aquellos que estaban dispuestos a poner sus manos y corazones en la obra, a pesar de enfrentar mucha oposición, y con la ayuda y bendición del Señor, Nehemías logró completar tal magna obra. En tan solo cincuenta y dos días, los muros y las puertas fueron reconstruidas. Al meditar en este asombroso hecho, nos preguntamos por qué tardaron tanto en ponerse manos a la obra. ¿Por qué el pueblo había permitido que los muros quedaran en ruinas durante cien años cuando solo se necesitaron cincuenta y dos días para repararlas? ¿Por qué habían soportado tanta vergüenza y angustia cuando la solución estaba al alcance de sus manos?
En el capítulo 8 encontramos una pista. Cuando se leyó la Ley, el pueblo comprendió que en el séptimo mes los hijos de Israel debían habitar en tabernáculos, por lo que cada uno salió y levantó una tienda en el terrado de su casa. Es interesante observar que tenían casas con terrados para realizar esto, lo que significa que habían construido sus casas durante el tiempo en que los muros estaban en ruinas. Habían estado más interesados y preocupados por su propia comodidad y placer que por la gloria de Dios.
¿Y qué hay de nosotros? ¿Cuáles son nuestras prioridades? ¿Estamos más preocupados por nuestros placeres, ganar dinero, conseguir buenos empleos, el deporte y tantas otras cosas relativamente sin importancia en lugar de invertir en el reino de Dios?
Albert Blok