El Señor Está Cerca

Sábado
19
Abril

Jesús… dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.

(Juan 19:30)

Los sufrimientos de Cristo

Todo estaba terminado. Estaba acabada la obra que el Padre le había dado que hiciese (Jn. 17:4). ¿Qué podía retener aún al Extranjero celestial en esta tierra? Sin embargo, antes de entregar el espíritu, él proclamó, ante la faz del mundo, que su obra estaba acabada. ¡Proclamación sublime por los resultados que implica! “¡Consumado es!”. La voluntad de Dios, sus designios eternos de gracia y de justicia habían sido plenamente ejecutados. La obra por la cual Dios debía ser glorificado y el pecador debía ser redimido, había sido conducida hasta su bendito final.

Por primera vez desde la creación, Dios podía declarar que “todo… era bueno en gran manera” (Gn. 1:31). En Edén, el hombre lo arruinó todo por su desobediencia. Luego, Dios dio la Ley. ¿No era ella santa, justa y buena? (Ro. 7:12). ¡Por cierto que sí! Pero, tanto bajo la Ley como antes de ella, el hombre, puesto a prueba, manifestó su total incapacidad para cumplir la voluntad de Dios. De modo que “nada perfeccionó la Ley” (Ro. 5:20). Por otro lado, las ordenanzas levíticas no aportan perdón ni paz al que se acerca a Dios. Pero “Cristo… con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (He. 10:11-14).

Cuando nos miramos a nosotros mismos, a menudo suspiramos en pos de una real perfección. Es en vano que la busquemos en nosotros o alrededor de nosotros. Ella solo se encuentra en la cruz del Gólgota. Allí, Cristo cumplió una obra perfecta y que hace perfectos a los suyos; una obra “hecha una vez para siempre” (He. 10:10), de manera que no necesita ser repetida; una obra a la cual no se puede ni se debe añadir nada; una obra que el mismo Señor declara como “consumada”.

Fritz von Kietzell

J. B. Cabrera

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