El Señor Está Cerca

Viernes
11
Abril

Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.

(Lucas 2:36-38)

Una anciana profetisa que hablaba de Jesús

Cuarenta días después del nacimiento de Jesús, José y María lo llevaron al templo para presentarlo a Dios. En la Ley, Dios había ordenado que todo primogénito varón debía ser presentado ante él (véase Éx. 13), y también que toda mujer debía purificarse cuarenta días después de dar a luz (véase Lv. 12), quien también debía presentar una ofrenda para su purificación. El sacrificio de José y María da testimonio de su pobreza (v. 24; comp. Lv. 12:8).

Mientras celebraban la ceremonia, llegó una anciana llamada Ana, quien era viuda y profetisa. Había estado casada por siete años y luego enviudó, y desde entonces, durante ochenta y cuatro años, vivió siendo viuda. Al ver al Niño, esta piadosa profetisa dio gracias a Dios y luego procedió a hablar del Niño “a todos los que esperaban la redención en Jerusalén”. Esto debería tocar nuestros corazones profundamente. Al ser profetisa, Ana era una mujer a través de la cual Dios se comunicaba con su pueblo. Permanecía en el templo y en sus alrededores, y conocía a todos los que esperaban redención en Jerusalén.

¿Qué tan cerca estamos del Señor? ¿Conocemos bien a todos los creyentes en nuestro entorno? ¿Hablamos con ellos acerca de Aquel a quien Dios prometió y luego envió para ser nuestro Salvador? ¿Es tan precioso para nosotros que nos sentimos impulsados a compartirlo con los demás?

Ana era una de las personas a las que Malaquías se refería cuando escribió acerca de los que temían a Jehová y que hablaron entre sí, a quienes Jehová escuchó y cuyos nombres y palabras quedaron registrados en su libro de memoria (Mal. 3:16-17). Aquellos que son como Ana meditan en su Nombre y son un tesoro especial a los ojos del Señor.

Eugene P. Vedder, Jr.

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