El Señor Está Cerca

Jueves
10
Abril

Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío.

(Salmo 19:14)

Salmo 19

Hasta ahora hemos visto como, en el Salmo 19, Dios se ha revelado a través del libro de la creación y a través de la Ley. Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos (vv. 1-6), mientras que la Ley de Jehová es perfecta, la cual hace sabio al sencillo (vv. 7-11). Sin embargo, ninguno de estos libros puede salvar nuestras almas. La grandeza de los cielos nos permite conocer el poder y la deidad de Dios, pero no su amor. La Ley, aunque es santa, justa y buena (véase Ro. 7:12), no puede redimirnos. De hecho, a través de la Ley adquirimos “el conocimiento del pecado” (Ro. 3:20).

La tercera parte del salmo aborda el asunto del pecado (vv. 12-14). Se trata de una oración para ser purificados del pecado oculto y guardados del pecado voluntario. Como cristianos, hemos sido justificados por la preciosa sangre de Cristo, quien nos ha limpiado de todo pecado, por lo que no es necesario repetir esta obra. Sin embargo, la confesión diaria es una parte importante de una vida cristiana saludable y vibrante, ya que nos ayuda a mantener nuestra comunión con Dios. El versículo 12 hace referencia a los pecados de ignorancia, pero David también ora para ser guardado de los pecados voluntarios en el versículo 13. Al seguir estos pasos de cuidado y confesión, seremos preservados de caer en “gran rebelión” (v. 13) y evitaremos caídas repentinas en el pecado, aunque siempre debemos estar alerta, porque siempre tendemos a deslizarnos gradualmente.

En el último versículo de este salmo, David llama a Jehová “roca mía” y “redentor mío”. Esta última expresión se utiliza tan solo dos veces en la Biblia, siendo David y Job (véase Job 19:25) los únicos que la utilizan. Este salmo comienza con el Creador y termina con el Redentor (comp. Ap. 4:11; 5:9).

Finalmente, David concluye con una hermosa oración que resalta a nuestro maravilloso Redentor: que las palabras de nuestra boca y la meditación de nuestro corazón sean agradables a él.

Brian Reynolds

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