El Señor Está Cerca

Lunes
7
Abril

Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

(Lucas 10:29)

¿Quién es mi prójimo?

Esta pregunta, planteada por un intérprete de la Ley que buscaba poner a Jesús en un aprieto, dio origen a la parábola del buen samaritano. En esta parábola, mi prójimo es descrito como alguien que ha sido víctima de un cruel robo y se encuentra en graves problemas, necesitado de ayuda. Al leer esta parábola (Lc. 10:25-37), observamos las distintas respuestas de parte de las personas que se encontraron con él, las que reflejan fielmente nuestras posibles actitudes.

– Los ladrones consideraron al prójimo simplemente como un objeto del cual aprovecharse. No lo veían como una persona, sino como una cosa. Las personas que representan a los ladrones, la mayoría de las cuales no son ladrones en sí, solo ven al resto como objetos para satisfacer sus caprichos y deseos. Saben cómo utilizar a los demás, pero no entienden el verdadero significado de la amistad.

– El sacerdote y el levita, a pesar de ser expertos en religión y rituales, consideraron al prójimo necesitado como una molestia que debían evitar. No tenían el interés ni la disposición de ocuparse del problema de los demás.

– El intérprete de la Ley, que planteó la pregunta originalmente, consideraba a la víctima como un caso de estudio interesante. Mientras sus contemporáneos formaban comités, organizaban conferencias y aprobaban resoluciones, la víctima seguía medio muerta junto al camino a Jericó.

– Sin embargo, el buen samaritano consideró al prójimo como alguien a quien amar y ayudar sin importar el costo. Se acercó a aquel pobre hombre, golpeado y ensangrentado. Lo amó, curó sus heridas y lo llevó a un lugar donde pudiera recibir más cuidados. Incluso lo subió a su cabalgadura, lo que implicaba que él debía caminar.

Jesucristo es aquel Buen Samaritano que vino cuando estábamos desesperadamente necesitados y satisfizo nuestra profunda necesidad. Su propósito actual es llenar el mundo de personas como él. ¿Formamos parte de este ejército de «buenos samaritanos»?

Grant W. Steidl

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