Dijo además Jehová a Moisés: Toma especias aromáticas, estacte y uña aromática y gálbano aromático e incienso puro; de todo en igual peso, y harás de ello el incienso, un perfume… bien mezclado, puro y santo. Y molerás parte de él en polvo fino.
El santo incienso representa las perfecciones de Cristo y su inigualable fragancia, cosas que están dedicadas exclusivamente a Dios, su Padre. El estacte, la uña aromática y el gálbano tienen un sabor amargo, simbolizando así los sufrimientos de Cristo; sin embargo, cuando se queman, desprenden un olor fragante. El estacte, el gálbano y el incienso proceden de la resina y la savia de ciertas plantas, las cuales se extraen cortando sus tallos. La uña aromática proviene de las conchas de varios tipos de moluscos y se obtiene sacrificando la vida del molusco. Todos estos ingredientes nos recuerdan los sufrimientos de nuestro bendito Señor.
Las cantidades de cada uno de estos ingredientes no están prescritas. Esto nos habla de que la gracia, las bellezas y la excelencia de Cristo son ilimitadas. A pesar de ello, todos los ingredientes debían tener la misma proporción, simbolizando así que cada característica moral de nuestro bendito Señor se encuentre plenamente equilibrada con el resto, sin que ningún rasgo resalte sobre otro.
El santo incienso, ya mezclado, debía ser molido hasta convertirlo en polvo fino, maximizando así la liberación de su aroma al momento de quemarlo. Meditemos en la vida de nuestro bendito Señor en la tierra. En todo aspecto, él fue probado duramente, y aun así, él produjo un profundo placer a su Padre. No hubo mayor prueba para él que la cruz. Sin embargo, ¡qué exquisito y dulce aroma emanó de él en aquella cruz! Esta fragancia de Cristo no solo es celosamente guardada por Dios mismo, sino que perdurará por toda la eternidad, como lo indica la sal añadida al incienso para su conservación (v. 35 “sazonado” NBLA).
¡Qué fragancia tan agradable emana de la Persona y la obra del Señor Jesús!
F. S. W.