Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Juan el Bautista, enviado por Dios tras 400 años de silencio divino, cumplió su misión al identificar y señalar a Jesús como el Cordero de Dios después de Su bautismo. Este reconocimiento llevó a varios de sus discípulos a seguir al Mesías (véase Jn. 1:26-51). Sin embargo, la conmoción se apoderó de ellos cuando Juan fue encarcelado y ejecutado.
A medida que los eventos se desarrollaban, Pedro, inicialmente incapaz de aceptar la idea de la muerte y el rechazo de Jesús (véase Mt. 16:21-25), llegó a comprenderlo plenamente después de la muerte, resurrección y glorificación del Mesías. Pedro, junto con otros creyentes, presentó a Jesús al pueblo judío. Durante aquellos primeros días de cristianismo, los primeros discípulos dieron testimonio con poder de la “resurrección del Señor Jesús” y lo proclamaban como el Mesías prometido, lo cual atrajo hacia ellos muchas persecuciones. (véase Hch. 2 a 12).
Isaías 53 fue un pasaje clave utilizado por el apóstol Pedro para consolar y exhortar a los creyentes judíos perseguidos, citándolo su primera epístola (1 P. 2:23). Varios años antes de esto, Felipe el evangelista, obedeciendo la orden del ángel del Señor, y del Espíritu Santo, se encontró con un etíope eunuco que leía el mismo pasaje de Isaías 53. Felipe aprovechó esta oportunidad para compartir las buenas nuevas acerca de Jesús, ¡y el eunuco se convirtió y fue bautizado!
A lo largo de los siglos, el ejemplo del Señor Jesús fue de gran aliento para los creyentes perseguidos. A menudo, el pueblo de Dios es descrito como una oveja descarriada, pero en el pasaje de hoy, el Mesías es descrito como una oveja muda ante sus trasquiladores. Jesús experimentó esto cuando fue “llevado al matadero” y así se convirtió en un ejemplo para los creyentes perseguidos, tanto en los primeros días de cristianismo como en nuestros días.
Alfred E. Bouter