El Señor Está Cerca

Jueves
13
Marzo

Sea conocida vuestra mansedumbre de todos los hombres. ¡El Señor está cerca!

(Filipenses 4:5 VM)

La mansedumbre del cristiano

La exhortación a caracterizarnos por la mansedumbre solamente se puede cumplir cuando caminamos siguiendo al Señor. Con demasiada frecuencia, nos caracterizamos por nuestra intransigencia, opiniones firmes y, quizás, por nuestras expresiones enérgicas sobre asuntos terrenales. Cuando nuestras mentes están centradas en las cosas de arriba, entonces no deseamos hacernos oír en cuestiones terrenales y anhelamos reflejar el hermoso carácter de Cristo, quien se destacó por su mansedumbre y ternura (2 Co. 10:1). Es más significativo mostrar el carácter de Cristo que insistir en nuestras opiniones o defendernos, aun cuando tengamos razón. Pablo escribió: “El siervo del Señor no debe ser contencioso, sino manso para con todos” (2 Ti. 2:24 VM).

Para animarnos a ser mansos, el apóstol nos recuerda que el Señor está cerca. No hay necesidad de imponernos y tratar de enderezar el mundo, porque la venida del Señor está cerca y, en su venida, él corregirá todo lo malo. También podemos decir que el Señor está cerca nuestro, y que él oye y ve todo lo que decimos y hacemos. Cuántas palabras duras hemos pronunciado que nunca habríamos dicho si hubiéramos sido consciente de su cercanía.

Los discípulos, en su dureza, reprendieron a las madres que llevaban a sus pequeños a Jesús. En respuesta, el Señor, en su mansedumbre, dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mt. 19:14).

En otra ocasión, los discípulos, resentidos contra los samaritanos que rechazaron al Señor, quisieron hacer descender fuego del cielo para destruirlos. Con mansedumbre, el Señor no pronunció palabra alguna contra quienes lo rechazaron, sino que se fue tranquilamente a otra aldea (véase Lc. 9:52-56).

Hablemos y actuemos de tal manera que, si el mundo nos observa, sea solo para destacar nuestra mansedumbre, y así podamos señalarles a nuestro manso y bondadoso Salvador.

Hamilton Smith

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