El Señor Está Cerca

Miércoles
12
Marzo

Entonces dijo Giezi: Rey señor mío, esta es la mujer, y este es su hijo, al cual Eliseo hizo vivir. Y preguntando el rey a la mujer, ella se lo contó. Entonces el rey ordenó a un oficial, al cual dijo: Hazle devolver todas las cosas que eran suyas, y todos los frutos de sus tierras desde el día que dejó el país hasta ahora.

(2 Reyes 8:5-6)

La hospitalidad desinteresada recibe recompensa

Cuando Eliseo pasaba por Sunem, una mujer distinguida lo persuadió a que comiera en su casa. Desde entonces, siempre que Eliseo pasaba por allí, él disfrutaba de la amable hospitalidad de esta mujer. Reconociendo que Eliseo era un santo varón de Dios, ella le sugirió a su esposo edificar “un pequeño aposento alto” en el que Eliseo pudiera alojarse cómodamente cuando los visitara. La hospitalidad sincera y amorosa de esta mujer fue recompensada generosamente por Dios, quien la bendijo con un hijo (véase 2 R. 4:8-17). En su Palabra, Dios reconoce en muchas partes el valor de la hospitalidad.

Sin embargo, cuando el niño aún era pequeño, enfermó y falleció. Sin perder tiempo, la madre acudió al “varón de Dios”, un título utilizado constantemente para referirse a Eliseo. Eliseo le dio su báculo a Giezi, su criado, y lo envío de avanzada.

A pesar de los intentos infructuosos de su criado, el niño no volvió a la vida. Entonces Eliseo llegó, oró fervientemente, se identificó con el niño acostándose sobre él y Dios le devolvió la vida, permitiéndole a Eliseo reunir al niño con su agradecida madre (véase 2 R. 4:18-37).

En otra instancia, durante un hambre de siete años en Israel, Eliseo instruyó a la mujer y su familia a abandonar el país, y regresaron cuando esta se acabó. Ahora viuda (comp. v. 3), la mujer buscó al rey para recuperar sus propiedades.

En ese momento, Giezi estaba relatándole al rey las maravillas de Eliseo, y la mujer y su hijo estaban allí como testigos vivos de lo que Dios había hecho a través del profeta. En recompensa por su hospitalidad desinteresada y piadosa, Dios les devolvió “todas las cosas que eran suyas”.

Eugene P. Vedder, Jr.

arrow_upward Arriba