None
Jesús confió plenamente en Dios y se entregó a su cuidado. Afrontó momentos difíciles, bebió de la amargura y soportó burlas durante su crucifixión: “Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere” (Mt. 27:43). Incluso sus enemigos, en sus burlas, reconocían esta confianza y dependencia.
¡Cuántas incertidumbres podríamos evitar si confiáramos en Dios de la misma manera! En momentos de oscuridad y angustia, dirijamos nuestra mirada hacia él y digámosle: «Estoy abrumado, toma el control de mi situación». Recibimos una gran bendición cuando somos conscientes de que Dios está controlando todas nuestras circunstancias y que nada puede frustrar sus propósitos; y que el camino por el que nos guía, a pesar de los desafíos abrumadores que enfrentamos, no solo es correcto, sino perfecto.
Cuando mantenemos una comunión constante con el Señor, experimentamos como resultado una paz profunda y duradera. Es similar a la calma que persiste debajo de la superficie del mar, incluso cuando las olas de una tormenta agitan la superficie.
Medite en las dificultades que ha enfrentado en su camino. Observe cómo, de manera maravillosa, Dios lo ha guiado a través de los desafíos de su trayecto, disipando sus temores y haciendo realidad sus esperanzas. Si se encuentra ante desafíos futuros, evite anticipar las pruebas del mañana; en cambio, entréguelas a Dios, confiando en que él no permitirá que enfrente una prueba que no pueda soportar.
Recuerde la poderosa voz de Dios, que dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Confíe en que Dios convertirá las amenazantes olas en un muro protector que lo rodeará por todas partes (véase Éx. 14:22).
J. R. MacDuff
H. C.