Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos.
¡Paz perfecta!, ¿por qué nos escapa tan a menudo a pesar de anhelarla? Nuestro adversario, el diablo, tiene la habilidad de infiltrarse en nuestros pensamientos. Cuando logra atraparnos en su trampa, perdemos esa paz tan esencial para una vida cristiana alegre. A menudo, culpamos a otros o a nuestras circunstancias por la pérdida de esta paz. Las noches se vuelven inquietas y nuestros pensamientos se agitan debido a las preocupaciones diarias; cada mañana nos levantamos sintiendo un gran peso sobre nosotros.
Sin embargo, la promesa del pasaje de hoy es clara: “Tú guardarás en completa paz”. Entonces, ¿por qué no siempre experimentamos esta paz? Debemos seguir leyendo: esta promesa está dirigida a “aquel cuyo pensamiento en ti persevera”. El Señor no nos la niega, pero a menudo, en lugar de confiar en él, permitimos que nuestras mentes se llenen de ansiedades y preocupaciones, desplazándolo de nuestros pensamientos. La paz perfecta solo se experimenta cuando nuestros pensamientos permanecen en él.
El Señor nos da el ejemplo perfecto. Cada paso que él dio enfrentó adversidad, incredulidad, envidia y malicia. Experimentó profundamente la esclavitud y la angustia que el pecado causa en toda la raza humana. A sus discípulos angustiados les dijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Jn. 14:1). En la actualidad, él nos dice: «Confíen en mí. Cuidaré de ustedes y los llevaré conmigo a la casa del Padre, donde no hay problemas». Aunque él esté físicamente lejos, él nos ha dejado su paz, la misma paz que disfrutó en comunión con el Padre mientras estuvo en esta tierra.
Cristo permanece para siempre y en él está la fortaleza de los siglos. Aprendamos a disfrutar más de esta paz perfecta al mantener nuestros pensamientos fijos en él.
Jacob Redekop
