Uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.
Desde el principio de su historia, la Iglesia ha estado marcada por la debilidad. Las epístolas dejan claro que las iglesias no eran modelos perfectos de lo que una asamblea debería ser, sino que tenían entre sus miembros a muchos niños espirituales, creyentes carnales y cristianos con dificultades en su fe. Algunos estaban a punto de desviarse del camino (véase He. 12:12-13) y había otras cuestiones más serias (véase Tit. 3:9; Fil. 1:15). En la actualidad, la situación no es diferente. ¿Entonces, qué se debe hacer en tales casos?
La respuesta a esta pregunta es fácil para aquellos que pertenecen a un grupo elitista: todo aquel que no esté de acuerdo con su asociación es considerado indeseable y, en lo posible, debe ser expulsado. Si uno no se adhiere completamente a su sistema, no tiene lugar. Esto parece sencillo y se presenta como una gran muestra de santidad. No requiere ningún esfuerzo personal ni paciencia. No se refleja la gracia de Cristo.
La pregunta no debe ser: «¿Qué conviene a nuestra compañía?», sino: «¿Qué conviene a la casa de Dios de la cual formamos parte?». La respuesta solo puede encontrarse a la luz de la Palabra de Dios. Para seguir este camino, se necesitarán profundos ejercicios para aplicar correctamente las Escrituras. Nuestra paciencia se verá desafiada a menudo, ya que surgirán casos particulares en los que no tengamos instrucciones claras y precisas del Señor sobre cómo actuar. Por lo tanto, la gracia será siempre necesaria.
El elitismo a veces ha actuado de manera precipitada en casos en que creyentes espirituales nunca se habrían atrevido a llegar tan lejos. Consideraban necesario defender y afirmar la compañía o la causa elitista, lo que resultaba en acciones drásticas según ellos. Incluso si no había una autorización clara del Señor para actuar, ellos buscaban e imponían una interpretación que apenas se aplicaba al caso, de manera remota o incluso oscura. Estas acciones revelan que, en el fondo, el elitismo no es más que un sectarismo disfrazado de pretensión.
F. B. Hole