El Señor Está Cerca

Martes
11
Febrero

Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

(Hechos 2:42)

Meditaciones sobre la oración colectiva

En la Palabra de Dios encontramos numerosos ejemplos que nos demuestran la importancia de la oración colectiva en la vida de la iglesia, junto con el partimiento del pan, la sana doctrina y la comunión mutua. La iglesia primitiva se reunía regularmente para aprender la doctrina de los apóstoles, partir el pan y orar juntos. Los efectos de orar junto a otros creyentes pueden ser muy alentadores. La oración colectiva nos edifica y nos une en nuestra común fe. El Espíritu Santo, que habita en cada creyente, hace que nuestros corazones se regocijen al escuchar las alabanzas a nuestro Señor y Salvador, creando un vínculo de comunión único, el cual no podremos hallar en ninguna otra faceta de nuestras vidas.

La oración colectiva reflejará los corazones de quienes se reúnen para tal propósito. Debemos acudir a Dios con humildad (Stg. 4:10), sinceridad (Sal. 145:18), obediencia (1 Jn. 3:21-22), acción de gracias (Fil. 4:6) y confianza (He. 4:16). Lamentablemente, la oración colectiva puede convertirse en una plataforma para aquellos que no dirigen sus palabras a Dios, sino a los que los escuchan. Jesús nos advirtió sobre este tipo de comportamiento (véase Mt. 6:5-8), exhortándonos a no ser ostentosos, extensos o hipócritas en nuestras oraciones, sino a orar en secreto en nuestras propias habitaciones para evitar la tentación de usar la oración de manera hipócrita.

La oración, ya sea pública o privada, consiste en colaborar con Dios para llevar a cabo sus propósitos en lugar de tratar de imponer nuestra voluntad sobre la suya. Nuestras oraciones alcanzan su punto más alto cuando renunciamos a nuestros propios deseos y nos sometemos a Aquel que conoce nuestras circunstancias mucho mejor que nosotros. Jesús dijo: “Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mt 6:8). Por lo tanto, las oraciones que se ofrecen en sumisión a su divina voluntad siempre reciben una respuesta positiva, ya sea que sean ofrecidas por una persona o por muchas.

Tim Hadley, Sr.

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