El Señor Está Cerca

Lunes
27
Enero

Después Judá tomó mujer para su primogénito Er, la cual se llamaba Tamar. Y Er… fue malo… y le quitó Jehová la vida. Entonces Judá dijo a Onán: Llégate a la mujer de tu hermano… y a él también le quitó la vida. Judá dijo a Tamar su nuera: Quédate viuda en casa de tu padre, hasta que crezca Sela mi hijo; porque dijo: No sea que muera él también como sus hermanos.

(Génesis 38:6-8, 10-11)

Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham… Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara.

(Mateo 1:1, 3)

La primera viuda de la Biblia

Los amigos y la esposa de Judá, hijo de Jacob, eran cananeos. A su vez, Judá le buscó una esposa cananea a su hijo mayor, Er. Tristemente, Er era malvado y Jehová le quitó la vida. Según la ley de la época, si un hombre moría sin hijos, su esposa viuda debía casarse con el pariente más cercano, en este caso su hermano Onán, para preservar su descendencia. Sin embargo, Jehová también le quitó la vida a Onán debido a su maldad.

Judá tuvo miedo de perder a su tercer hijo, Sela, y por eso injustamente lo retuvo cuando creció, negándolo como esposo para Tamar. Esta viuda cananea pagana recurrió a una estratagema vergonzosa, utilizando la prostitución como artimaña para quedar embarazada de Judá, su suegro. Es lamentable decirlo, pero no es la única viuda que ha recurrido a tales medidas para sobrevivir. Muchas viudas pobres han sido abandonadas a su suerte y, desesperadas, han recurrido al pecado para enfrentar las dificultades de la vida.

Cuando Judá descubrió que Tamar, la mujer con la que había pecado, estaba embarazada, se enfureció y ordenó: “Sacadla, y sea quemada” (v. 24). Sintió conmoción y vergüenza cuando Tamar le presentó pruebas claras de su culpa en el asunto. Reconociendo su doble moral, Judá admitió: “Más justa es ella que yo” (v. 26).

¡Cuán grande es la gracia de Dios al incluir tanto a Judá como a la joven viuda cananea Tamar en la genealogía de su santo Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Agradezcamos a Dios porque “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Ro. 5:20).

Eugene P. Vedder, Jr.

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