Permanezca el amor fraternal.
La Escritura dice: “Permanezca amor fraternal”, y es sorprendente con qué frecuencia lo descuidamos. La verdad es que somos un pueblo tan imprudente e influenciado por el mundo, que la frialdad a menudo se cuela incluso en aquellos lugares donde antes ha existido una feliz comunión. A veces, el amor fraternal se marchita simplemente porque no lo expresamos, y nuestro enemigo está pendiente de ello, y se alegra al verlo extinguirse.
Por lo tanto, si amas a tu hermano, no lo escondas como si se tratara de un secreto. No te abstengas de manifestar ese amor en pequeñas acciones, las cuales no solo alegrarán el corazón de tu hermano, sino que también evitarán que el amor se apague en el tuyo. Podemos imaginar la alegría de Satanás cuando logra separar a los cristianos. Sin embargo, donde los cristianos se aman, allí se ve la obra del Espíritu de Dios, pues “el amor es de Dios” (1 Jn. 4:7). ¿Ves a un cristiano caminando en el poder del amor? Entonces estás viendo a alguien que está siendo enseñado por Dios, como Pablo le escribió a los tesalonicenses: “Vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros” (1 Ts. 4:9). Dios es glorificado y Satanás es derrotado cuando el amor triunfa entre los cristianos.
Pedro nos dice que a la piedad debemos añadirle afecto fraternal, y al afecto fraternal, amor (2 P. 1:7). Esto significa que la piedad por sí sola no es suficiente; debemos tener, junto con la piedad, el calor de la amistad cristiana y el afecto fraternal.
E. J. Thomas
J. Mora