El Señor Está Cerca

Jueves
9
Enero

Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.

(Apocalipsis 3:8)

Filadelfia: agradable al corazón del Señor

En Tiatira, los creyentes hacían obras impresionantes y tenían un gran amor por el Señor. Sin embargo, no obedecían su Palabra, pues toleraban enseñanzas falsas que desviaban a los suyos. Por otro lado, en Filadelfia, el Señor encontró lo que realmente buscaba: “[Tú]… has guardado mi Palabra”.

Durante sus últimos momentos con sus discípulos, antes de la cruz, nuestro Señor dejó claro que amarlo significa obedecer su Palabra. Él dijo claramente: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” y, para asegurarse de que lo entendamos, añadió: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama” (Jn. 14:15, 21). Debemos tomarnos en serio estas palabras. No se trata solamente de mandatos directos, sino también de escuchar y seguir todo lo que el Señor nos dice a través del Espíritu de verdad. Es por ello que añadió: “El que me ama, mi palabra guardará” (Jn. 14:23). Esto es maravilloso, tanto para él como para nosotros. Además, él quiere que permanezcamos en su amor: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn. 15:10). La prueba de nuestro amor a Cristo no reside en hacer grandes obras, manifestar mucho fervor, tener sentimientos agradables, cantar himnos, elevar oraciones o palabras de adoración-aunque el verdadero amor puede manifestarse en estas cosas. La verdadera prueba de nuestro amor está en obedecer su Palabra.

El apóstol Juan escribió en sus epístolas: “Este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos” y “este es el amor, que andemos según sus mandamientos” (1 Jn. 5:3; 2 Jn. 6). ¿Podríamos concluir que Juan fue un poco legalista al escribir estas cosas? ¡Por supuesto que no! El corazón de Juan estaba lleno del amor de Dios, el cual se desbordaba por hacer lo que agrada al Padre. Juan era un verdadero filadelfiano. ¡Oh, que esto también sea cierto para cada uno de los redimidos! ¡Obedezcamos su Palabra! “No tengo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad” (3 Jn. 4).

Alexandre Leclerc

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