El Señor Está Cerca

Miércoles
8
Enero

Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.

(Apocalipsis 3:8)

Filadelfia: agradable al corazón del Señor

Los creyentes en Laodicea tenían una actitud muy pretenciosa en relación con su estado espiritual. Decían: “Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad” (Ap. 3:17). Incluso daban a entender que no necesitaban ni siquiera al Señor, ya que lo vemos afuera, llamando a la puerta. Sus corazones están en un estado lamentable. Sin embargo, en Filadelfia vemos algo completamente diferente: allí el Señor encontró aquello que anhela su corazón. Conocía sus obras, las cuales no eran grandiosas ni magníficas a los ojos de los hombres, ya que tenían poca fuerza. Pero el Señor estaba tan complacido con lo que halló en Filadelfia que les abrió una puerta que nadie podía cerrar, animándolos a pesar de su poca fuerza.

El Señor menciona primero dos cosas que agradaban a su corazón: “Yo conozco tus obras… tienes poca fuerza”. Las obras de estos creyentes estaban caracterizadas por la poca fuerza. Sin embargo, a pesar de esta «debilidad», ellos conocían a Aquel que le dijo a Pablo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Al igual que Pablo, los creyentes en Filadelfia podían decir: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Co. 12:9). Sabían muy bien a lo que Dios se refería cuando dijo: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6).

El Señor atesora en su corazón como algo de gran valor cuando los suyos confían plenamente en él en todo lo que hacen. Busquemos solamente en el Señor el poder que necesitamos en su obra y los resultados que solo él puede producir, realizando todas las cosas por su Espíritu y en conformidad con su Palabra. A diferencia de los creyentes en Laodicea, quienes creían no necesitar nada, reconozcamos nuestra propia debilidad y acudamos a Cristo, porque él es nuestra fortaleza (Sal. 28:7).

Alexandre Leclerc

arrow_upward Arriba