Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo.
Josué vivió una larga y agitada vida de servicio a Dios y al pueblo de Israel. Durante sus 110 años, desde la liberación de Israel de Egipto en el Éxodo hasta la conquista victoriosa de Canaán, tuvo muchas victorias como líder militar. De los doce espías, solo él y Caleb trajeron un informe positivo sobre la tierra prometida. Después de la muerte de Moisés, se convirtió en uno de los líderes más respetados en la historia de Israel.
¿Cómo logró Josué un éxito ininterrumpido y tan grandiosa victoria espiritual? La respuesta no se encuentra en sus habilidades naturales ni en la buena suerte, sino en el hecho de que estaba lleno del Espíritu. Esto fue fundamental para Josué y también lo es para nosotros. Dios mismo menciona este aspecto importante de Josué cuando dijo: “Toma a Josué, hijo de Nun, hombre en quien está el Espíritu” (Nm. 27:18 NBLA). Nuevamente, al final de la vida de Moisés, leemos nuevamente el mismo testimonio divino en la Escritura: “Josué hijo de Nun fue lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él” (Dt. 34:9).
Desde su juventud, hay dos cosas que nos muestran por qué Josué estaba tan lleno del Espíritu Santo: en primer lugar, tenía una relación estrecha con Moisés; en segundo lugar, permanecía constantemente en la presencia de Dios. Desde que era joven, Josué tenía la costumbre de estar “en medio del tabernáculo” y pasar mucho tiempo con Moisés, quien era considerado el varón de Dios. El contacto con Cristo y la comunión diaria con Dios son esenciales si queremos tener una victoria constante en nuestra vida cristiana, siendo llenos del Espíritu.
Josué estableció estos hábitos piadosos desde su juventud, y esto debería ser un ejemplo a seguir para todos nosotros.
Brian Reynolds
