Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre.
(2 Juan 4)
Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad. No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.
Casi al final de su vida, el anciano apóstol Juan escribió estas dos breves Cartas personales. Agradecemos a Dios por preservarlas en su santa Palabra, para que podamos recibir instrucción y aliento. Estas Cartas nos muestran lo que era valioso para Juan y lo que es vital para Dios también.
La palabra “verdad” es fundamental en ambas Epístolas. Aparece cinco veces en la Segunda y seis veces en la Tercera, además de mencionarse también la palabra “verdadero”. En 2 Juan, se asocia con nuestro amor mutuo, nuestra bendición, nuestra forma de vivir y, lo más importante, la doctrina de Cristo. La verdad en cuanto a la doctrina de Cristo es tan crucial que se le dice a la señora escogida y a sus hijos, a quienes Juan les escribe, que no reciban en su hogar a aquellos que no traigan esta doctrina y que ni siquiera los saluden. En 3 Juan, Gayo, el destinatario de la carta, es elogiado por caminar en la verdad, lo que lo llevó a recibir y ayudar a aquellos que eran rechazados por el egoísta y dictatorial Diótrefes, quien además quería que el resto de hermanos tampoco los recibieran.
A medida que envejecemos, valoramos cada vez más ver a nuestros hijos caminando en la verdad. Esto va más allá de simplemente conocer la verdad. Dios espera que su pueblo rechace firmemente todo lo que sea inconsistente con la verdad y también a aquellos que no aportan positivamente a su proclamación. Desvalorizar la doctrina o adoptar una postura neutral hacia la doctrina de Cristo es inaceptable para Dios. ¡Qué alegría para nuestros corazones ver a nuestros hijos caminando felizmente con aquellos que aman y sirven a nuestro Señor Jesús!
Eugene P. Vedder, Jr.