Dijo Balaam hijo de Beor, y dijo el varón de ojos abiertos… ¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, tus habitaciones, oh Israel!
(Números 24:3, 5)
La gloriosa verdad acerca de la perfección de nuestra posición, ¿debe hacernos descuidados en nuestra vida práctica? ¡Ni pensarlo siquiera! El conocimiento de nuestra posición, absolutamente establecida y perfecta en Cristo, es el propio instrumento del que el Espíritu Santo se sirve para motivarnos a la perfección práctica. Oigamos las poderosas palabras del apóstol inspirado: “Habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios… Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros” (Col. 3:3-5). Nunca debemos medir nuestra posición por nuestro estado, sino, al revés, juzgar nuestro estado por medio de nuestra posición. Rebajar la posición a causa del estado es dar el golpe de muerte a cualquier progreso en el cristianismo práctico.
Esta verdad se ve claramente demostrada en los cuatro discursos de Balaam. Nunca habríamos tenido esa gloriosa noción de Israel, según “la visión del Omnipotente” (vv. 4, 16), desde “la cumbre de las peñas” (Nm. 23:9), por el “varón de ojos abiertos”, si Balac no hubiera procurado maldecirlo. Dios, bendito sea su nombre, puede abrir rápidamente los ojos de un hombre al verdadero estado de su pueblo, y al juicio que ejerce sobre él.
Balac y Balaam, con “todos los príncipes de Moab” (Nm. 23:6), podían juntarse para maldecir y desafiar a Israel; la plata y el oro de Balac podían brillar ante las ávidas miradas del falso profeta; pero todos los esfuerzos de la tierra y del enemigo, de los hombres y de los demonios, no lograrían el menor aliento de maldición o de acusación contra los redimidos de Dios. Ellos brillan con toda la belleza con la que él les ha revestido, y para verlo así, solo tenemos que subir a la “cumbre de las peñas”, tener “los ojos abiertos” y mirarlos según el punto de vista de Dios, es decir, con “la visión del Omnipotente”.
C. H. Mackintosh