El Señor Está Cerca

Lunes
12
Agosto

Entonces volvieron a Jerusalén… Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

(Hechos 1:12-14)

Unánimes

Después de presenciar la ascensión de Jesús al cielo en el monte de los Olivos, los apóstoles regresaron a Jerusalén como él les había ordenado. Estaban reunidos en un aposento alto, entregados a la oración, esperando la venida del Espíritu Santo, quien los capacitaría para testificar de Jesús en Jerusalén y hasta lo último de la tierra.

Se mencionan por nombre los once apóstoles. Permanecían juntos en un aposento alto. Siguiendo las instrucciones del Señor, los encontramos entregados a la oración de forma continua. Esto no significa que planearon turnarse para orar cierta cantidad de minutos cada uno, y así durante todo el día, como algunos hacen en la actualidad. No, la oración era su ocupación principal mientras esperaban diariamente el cumplimiento de la promesa del Señor.

Además, todos ellos “perseveraban unánimes en oración y ruego”. En los Evangelios nunca encontramos a los discípulos orando. Ellos acudían directamente al Señor con sus preguntas y necesidades. Le pidieron que les enseñara a orar, no cómo orar, sino simplemente a orar. Y Jesús les había dicho que llegaría el momento en que no le pedirían a él, sino que cualquier cosa que pidieran al Padre en su nombre, él se las daría (Jn. 16:23). ¡Qué bueno es verlos unidos en oración, ya no disputando sobre quién sería el mayor, como había ocurrido en muchas ocasiones anteriores!

Es precioso ver que hay otras personas que se unieron a ellos en aquel aposento: las mujeres, presumiblemente las que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; su madre María (esta es la última vez que se menciona en las Escrituras); y sus hermanos, quienes antes de esto no habían creído en él (Jn. 7:4).

Eugene P. Vedder, Jr.

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