El Señor Está Cerca

Día del Señor
28
Julio

De ti [Belén Efrata] me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.

(Miqueas 5:2)

La divinidad de Cristo y la gracia revelada

No hay duda alguna en el Antiguo Testamento de que el Mesías, el Señor Jesús, es plenamente divino: él es Dios. Es absurdo intentar separar las naturalezas divina y humana en la única y santa Persona de Cristo. Él es Hombre, pero siempre y absolutamente Dios. Aunque es un misterio, la fe se somete a ello y reconoce que hay profundidades de luz que la mente humana no puede comprender, y que descansamos felizmente en nuestra dependencia de un amor, sabiduría, poder y misericordia que superan nuestro entendimiento.

En el Nuevo Testamento se nos presenta a Jesús como “la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas” (Col. 1:15-16). Es maravilloso ver en este pasaje cómo Cristo, como Hombre, refleja el carácter moral de Dios de una manera que el primer hombre, incluso en su inocencia, no pudo hacer. Él también es Cabeza de toda la creación, el Primogénito no en el tiempo, sino en posición y por derecho.

La razón de esto es que él es el Creador de todo. Si el Creador, en su infinita gracia, se humilla y toma su lugar como Hombre en su propia creación, entonces debe ser su Cabeza, por el hecho mismo de ser su Creador. Puede que no haya desplegado todas sus glorias divinas, pero él “no puede negarse a sí mismo”: no puede dejar de ser Dios. Rechazar esto es blasfemar y caer en el error de la “kenosis”, que es la idea de que Jesús renunció a su deidad o que se redujo a la nada al nacer. Es un pensamiento maligno que surge de una mente no sometida a Dios y conducida por Satanás. Sin embargo, la gracia infinita de Dios se revela en que el Hijo de Dios vino a la tierra, como verdadero Hombre, para quitar de en medio el pecado por el sacrificio de sí mismo (He. 9:26).

Samuel Ridout

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