El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.
Un punto interesante de este relato en Hechos 20 es que nos ofrece una fotografía de la vida de una de las iglesias del Nuevo Testamento. Con detalles muy sencillos, Lucas nos da un relato fresco y brillante con mucha enseñanza.
El apóstol Pablo y sus compañeros pasaron 7 días en la ciudad de Troas, en la provincia romana de Asia menor (actual Turquía). Se quedaron una semana entera para poder animar a los creyentes mediante la enseñanza de la Palabra de Dios y para partir el pan con ellos. “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba” (v. 7). Esto nos muestra que la costumbre de los primeros cristianos era reunirse para partir el pan cada primer día de la semana. También vemos que Pablo enseñó a los creyentes ese mismo día. Una cosa es evidente: los creyentes en Troas estaban hambrientos de la Palabra de Dios. Era posible que Pablo no volviera a ver a estos queridos creyentes, así que quería comunicarles “todo el consejo de Dios” (v. 27), por lo que predicó hasta la medianoche. Este deseo de escuchar la exposición de la Palabra se sigue viendo hoy en día, por ejemplo, en el campo misionero, cuando los nuevos convertidos permanecen sentados durante horas solo para empaparse de las enseñanzas de las Escrituras. Lamentablemente, en gran parte del mundo occidental moderno, ¡las personas se quejan si el mensaje dura más de 30 minutos!
En su relato, Lucas también menciona que había un joven escuchando a Pablo esa noche. Este joven llamado Eutico, asistió a la reunión a pesar de que estaba cansado. Si se hubiera quedado en casa, se habría perdido la bendición que le esperaba por la misericordia del Señor. Que el Espíritu Santo despierte en nuestros corazones el deseo de sentarnos a los pies del Maestro y escuchar atentamente su Palabra.
Brian Reynolds
