Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.
Es algo bendito ver que, desde el principio de la historia del hombre, y a través de todos los tiempos, Dios ha mantenido para siempre ante nosotros las verdades tan queridas a su corazón acerca del Cordero y la Esposa. Las primicias del rebaño de Abel comienzan la historia del Cordero. Abraham retoma la historia cuando nos dice que “Dios se proveerá de cordero” (Gn. 22:8). Moisés continúa la historia cuando, la noche de la Pascua, dice a los israelitas que tomen un cordero “sin defecto” (Éx. 12:5); Isaías predice que Cristo sería llevado “como cordero… al matadero” (Is. 53:7). Juan el bautista, contemplando a Cristo sobre la tierra, puede decir: “He aquí el Cordero de Dios” (Jn. 1:29); Pedro nos recuerda que somos redimidos “con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 P. 1:19); y el apóstol Juan nos trae ante el Cordero en medio del trono, como inmolado, y nos prosigue llevando a la gloriosa respuesta a todos sus padecimientos, cuando ha llegado el gran día de las bodas del Cordero.
Además, Dios había siempre tenido ante él a la Iglesia como la Esposa de Cristo, para serle presentada para satisfacción de su corazón. Incluso antes que llegase la caída, ¿no podemos ver en Eva, que fue presentada a Adán como aquella que era “a su imagen”, el gran secreto ahora revelado de que Cristo iba a tener una gran compañía de santos hechos a su semejanza y presentados a él? Rebeca, aquella en quien Isaac halló consolación y amor, prosigue la historia de la esposa. Más adelante, vemos cómo Asenat, Rut, Abigail y la esposa del Cantar de los Cantares van presentando diferentes imágenes de la Iglesia como esposa del Cordero. A lo largo de las eras y de las cambiantes dispensaciones, del surgimiento y caída de Israel, y a través del período cristiano con todo el fracaso que lo ha señalado -detrás de todo ello- Dios ha estado llevando a cabo su gran propósito, y todo ha ido moviéndose hacia el gran día de las bodas del Cordero.
Hamilton Smith