Los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos se escondieron en las cuevas… y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?
El Cordero está en el centro de las escenas de juicio en Apocalipsis. No solo es el Cordero redentor, sino que también será el Cordero guerrero. El Cordero tiene siete cuernos (Ap. 5:6), los cuales representan su perfecto poder y omnipotencia. El Cordero también es representado como un León (Ap. 5:5), una bestia poderosa que es capaz de dominar y destruir a su enemigo. El Cordero ejecutará el juicio como el poderoso Mesías, el Rey que gobernará las naciones (Gn. 49:9-10).
En Apocalipsis, el Cordero no es símbolo de debilidad, sino de fuerza y poder. Incluso la sangre del Cordero no es vista como la inmolación de un ser impotente, sino la expresión definitiva del poder del Dios Todopoderoso. La cruz es la expresión del amor (Ap. 1:5) y del poder de Dios (Ap. 5:6). El Cordero es el Señor Jesucristo visto como vencedor por medio de su cruz. Su poder se expresa en el derramamiento de su sangre.
En la cruz, Dios triunfó sobre Satanás. Mientras Satanás se levanta como acusador del pueblo de Dios, señalando sus ropas manchadas (Zac. 3:1-10), la obra del Cordero en la cruz lo venció, pues ya no puede acusar a los que sus ropas han sido lavadas por la sangre del Cordero. Una voz del cielo proclama “la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo”, pues lo suyos “han vencido por medio de la sangre del Cordero” (Ap. 12:10-11). La guerra ha sido ganada por medio de la muerte del Cordero. ¡No fue una derrota, sino una gran victoria!
Tim Hadley, Sr.