¿He de ocultar a Abraham lo que hago?… Porque yo lo conozco, que mandará a sus hijos y a su casa después de él, y guardarán el camino de Jehová.
(Génesis 18:17, 19)
¿Es usted cabeza de familia? En caso afirmativo, ¿lee regularmente la Biblia con su familia? Si no es así, permítanos preguntarle: ¿Por qué no? ¿Se ha apartado su corazón de Dios, de su Palabra, de sus caminos? ¿Lee y ora en privado? ¿Ama la Palabra y la oración? ¿Encuentra placer en ellas? Si es así, ¿por qué las descuida en el círculo familiar? Tal vez da como excusa su nerviosidad y timidez. En tal caso pídale al Señor que le conceda la capacidad para vencer esas debilidades. Cuente con su gracia segura e infalible; reúnase con su familia a cierta hora, cada día; lea algunos versículos de la Escritura y balbucee media docena de palabras en oración; o si no puede hacer esto al principio: arrodíllese con su familia por unos momentos en silencio ante el trono de la gracia.
Algo, en suma, que se parezca a un reconocimiento, a un testimonio familiar; algo, pero que no sea una vida de familia sin Dios, descuidada y sin oración en su hogar. Admita, querido amigo, esta palabra de exhortación sobre este punto. Permítanos que le supliquemos con insistencia que empiece enseguida, invocando la ayuda de Dios, quien se la concederá con toda seguridad, pues él nunca decepciona a un corazón confiado y sumiso. No continúe por más tiempo descuidando a Dios y su Palabra en el círculo familiar. Eso es algo realmente triste. No se deje detener ni un instante por objeciones tales como servidumbre, legalidad o formalismo. ¡Bendita servidumbre!, si realmente fuese una servidumbre leer la Palabra.
Esperamos sinceramente que, si estas palabras son leídas por cualquier jefe de familia que hasta el presente haya descuidado el santo privilegio de la lectura y la oración en familia, en adelante no continúe haciéndolo así. Ojalá que pueda decir con Josué: “Yo y mi casa, serviremos al Señor” (Jos. 24:15 NBLA).
C. H. Mackintosh