El Señor Está Cerca

Martes
21
Mayo

Uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano… Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?

(Lucas 17:15-18)

Los samaritanos (6) – Un leproso limpiado

El Señor Jesús estaba pasando por Samaria y Galilea en su camino a Jerusalén. Cuando entró en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, “los cuales se pararon de lejos” (v. 12), tal como mandaba la Ley. Al ver a Jesús, exclamaron: “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!” Cuando los vio, les dijo: “Id, mostraos a los sacerdotes” (v. 14).

En Levítico 14, leemos cuál era la ordenanza de la Ley con respecto a un leproso que quedaba limpio de su lepra: debía mostrarse al sacerdote. El sacerdote entonces debía examinarlo cuidadosamente para asegurarse de que realmente había sido limpiado. Si todo estaba en orden, entonces el que había sido limpiado debía ofrecer sacrificios y seguir un ritual de purificación para hacer expiación por él, ya que la lepra en las Escrituras siempre es vista como figura del pecado.

Los diez leprosos obedecieron al Señor y fueron a mostrarse a los sacerdotes, y mientras iban, fueron sanados. En Romanos se hace mención en dos ocasiones a la obediencia de la fe (Ro. 1:5; 16:26 NBLA). La fe no es asentir intelectualmente a lo que Dios dice, sino la obediencia práctica a ello. Nueve de los leprosos siguieron su camino hacia los sacerdotes, pero uno regresó y se postró a los pies de Jesús, agradeciéndole y glorificando a Dios. Este hombre era samaritano. ¿Habrían recibido los sacerdotes judíos a un samaritano y lo habrían declarado limpio? No lo creo. Pero este no es el punto. La gratitud de este hombre y la gloria que dio a Dios brotaron de su corazón. Cuánto se alegró el Señor Jesús, sobre todo porque se trataba de un samaritano, un extranjero odiado por los judíos. Ningún sacerdote judío, sino el mismo Señor Jesús fue quien lo declaró limpio: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.

Eugene P. Vedder, Jr.

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