Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él… Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de este?
El Señor Jesús acababa de revelarle a Simón Pedro cómo y cuándo iba a morir. Cuando fuera “viejo”, Dios le daría la gracia de seguir a su maestro a la muerte: “Cuando ya seas viejo, extenderás tus manos” (v. 18, cf. 2 P. 1:14). Después de esto, Pedro le preguntó al Señor por Juan: “¿Y qué de este?”. Seguramente se trató de una preocupación genuina mezclada con algo de curiosidad. «Si yo debo morir, ¿qué va a pasar con mi mejor amigo, compañero de estudios y condiscípulo?». Jesús le respondió entonces a Pedro: “¿Qué a ti?”. En otras palabras, «Pedro, eso no es asunto tuyo». Y luego añadió: “Sígueme tú” (Jn. 21:22).
Pedro se dio vuelta y vio «que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús». Juan ya seguía al Señor y no necesitaba que se lo dijeran, como fue en el caso de Pedro. ¡Así que Juan poseía claramente la mente de Cristo! Algunos no han entendido la respuesta del Señor a Pedro: «Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?» Los primeros cristianos tuvieron una comprensión errónea a partir de estas palabras: “Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría” (v. 23).
Pero el Señor no dijo que Juan no moriría. El discípulo al que Jesús amaba iba a permanecer y sobreviviría a los demás apóstoles. De hecho, Pedro probablemente ya había partido a la presencia del Señor cuando Juan escribió su evangelio. El discípulo que se recostó cerca del pecho de Cristo en el aposento alto era uno de los “hijos del trueno” (Mr. 3:17). Él fue quien recibió las visiones del Apocalipsis. Aquel que comprendió más profundamente el amor de Dios es el mismo que recibió la visión más profunda de la santidad de Dios y el juicio venidero.
Brian Reynolds