Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace. ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo?
Los cristianos no esperamos que sucedan ciertos eventos en particular, sino que esperamos al Hijo de Dios venir desde el cielo. Sin embargo, podemos discernir las circunstancias que envuelven al mundo en el que vivimos. De hecho, muchos de los acontecimientos actuales son un antecedente de los próximos juicios apocalípticos que caerán sobre esta tierra. El tiempo de la paciencia de Dios hacia el mundo pecador está llegando rápidamente a su fin. Dios preparará entonces la escena para el glorioso reinado de Cristo, cuando todos sus enemigos serán puestos por estrado de sus pies (Mt. 22:44).
Ahora bien, la pregunta para cada uno de nosotros es la siguiente: ¿Estamos discerniendo el tiempo? ¿O somos como aquellos a quienes el Señor llama aquí “hipócritas”? ¿Acaso estamos bien informados y entendemos todas las cosas, pero no comprendemos cuál es la voluntad de Dios para nosotros? Si este mundo va a ser juzgado muy pronto (y sabemos que lo será), ¡qué clase de personas deberíamos ser! No solo debemos caminar en separación del mundo, sino que debemos dar testimonio ante él, como nos exhorta el apóstol Pedro: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir” (2 P. 3:11).
No estaremos aquí mucho tiempo más. La venida del Señor está cerca, en la que vendrá para sacar de este mundo a todos los verdaderos cristianos y llevarlos a donde él está. Sentimos la necesidad de ser avivados y vivir a la altura de nuestra verdadera vocación. Si no estamos viviendo actualmente en la expectativa de la venida de nuestro Señor, es porque nos hemos vuelto tibios y nuestros corazones están puestos en otras cosas. Sería muy triste que el Señor viniera y nos encontrara en tal condición. Debemos despertar, pues “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle” (Mt. 25:6).
Jacob Redekop