El Señor Está Cerca

Miércoles
13
Marzo

En su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores.

(Apocalipsis 19:1)

Jesucristo, Rey de reyes

Lo que leemos en Apocalipsis 19 nos traslada al momento en que Jesús, que es el “Rey de reyes y Señor de señores”, regresará a esta tierra para hacer valer sus derechos. En aquel momento, él establecerá su reino, el cual no será destruido (Dn. 7:14). El hecho es que no ha existido ningún rey en la historia que no haya perdido, tarde o temprano, su corona. Todo reino humano ha sido derrocado o lo será en un futuro. Sin embargo, Dios pronto traerá un Rey que nunca perderá su corona y cuyo reino nunca será derrocado.

El reino se extenderá de polo a polo, y el Rey no perderá su corona, ni nadie ni nada podrá quitársela, ni los usurpadores, ni siquiera la muerte. Sin embargo, llegará el momento en que dejará ese trono, el cual habrá ocupado durante 1. 000 años para bendición del mundo entero (Ap. 20:4). Voluntariamente, él dejará la corona que, como Hombre perfecto, ha llevado sobre su cabeza con dignidad y pureza sin igual; entonces Dios será todo en todos por la eternidad.

La historia del primer hombre es sencilla: trató sí mismo de elevarse; de alcanzar el nivel de Dios, y cayó al nivel de Satanás, y fue abatido. La historia del segundo Hombre es esta: después de haber establecido sus derechos como Hijo del hombre, y haber derrotado a todo enemigo (“y el postrer enemigo que será destruido es la muerte”), él entregará todo en manos de aquel “que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1 Co. 15:26, 28).

Sin embargo, no debemos confundir la venida del Señor Jesucristo por su pueblo celestial con la de su manifestación con “los ejércitos celestiales” (Ap. 19:14). Los cristianos esperamos la venida del Señor Jesús por nosotros. Nos levantaremos para encontrarnos con él, quien nos tomará a sí mismo para que estemos con él en la Casa del Padre. Entonces vendremos con el Señor cuando sea el tiempo de su manifestación y sea glorificado en sus santos.

W. T. P. Wolston

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