Esteban, lleno de fe y poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo.
Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él… Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu.
(Hechos 7:57, 59)
Esteban fue capaz de realizar “grandes prodigios y señales” para ayudar a otros. ¿Por qué no pudo hacer lo mismo para liberarse de ser apedreado hasta morir? ¿Por qué no hizo como Elías, que hizo descender fuego del cielo sobre sus enemigos? ¿Por qué Dios permitió que lo mataran en la “cúspide” de su fidelidad en la tierra? ¿Por qué no llevarse a un cristiano que estuviese “lleno de sí mismo” en lugar de uno que estaba “lleno del Espíritu Santo”?
La respuesta a todas estas preguntas la hallamos en los propósitos soberanos de Dios. A Dios no le falta poder para salvar a los suyos cuando él lo desea. Véase, por ejemplo, a Sadrac, Mesac y Abed Nego en el horno de fuego, a Daniel en el foso de los leones o a Pedro en la prisión de Herodes. Por otro lado, tampoco podemos cuestionar la fe y el compromiso de Esteban. La primera vez que el libro de los Hechos habla de él, lo describe como un “varón lleno de fe y del Espíritu Santo”. Murió orando por los hombres violentos que lo apedrearon hasta que él perdió la vida.
De hecho, la verdad es que Dios no necesita nuestra aprobación ni comprensión para llevar a cabo sus propósitos en nuestras vidas. Sus operaciones para con los suyos no es principalmente nuestro bienestar corporal o nuestra supervivencia, sino para que su gloria se manifieste en ellos. Este es el motivo por el que Pablo pudo sanar a muchas personas durante sus viajes misioneros, pero no pudo liberarse de su aguijón en la carne. Si somos conscientes de ello, entonces podremos confirmar en nuestras vidas las palabras de 2 Samuel 22:31-33: “En cuanto a Dios, perfecto es su camino, y acrisolada la palabra de Jehová. Escudo es a todos los que en él esperan. Porque ¿quién es Dios, sino solo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de fuerza, y quien despeja mi camino”.
Grant W. Steidl