El Señor Está Cerca

Viernes
16
Junio

No tentarás al Señor tu Dios.

(Mateo 4:7)

Tentar al Señor

En el Salmo 91 leemos: “Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal… Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos” (vv. 9-11). ¿No era esto perfectamente cierto en el caso del Señor Jesús? Dios guarda a los que confían en él, a los que hacen de él su habitación, pues se entregan a él.

Cuando el diablo le sugirió a Jesús que se lanzara del pináculo del templo, ¿no era una excelente oportunidad para que Dios mostrara públicamente el placer que sentía por su Hijo y enviara rápidamente ángeles para liberarlo? ¡No! Eso habría sido tentar a Dios y, además, no era la actitud de aquel que hizo del Señor su habitación. Pero el Señor sabía todo esto; de hecho, él, el Verbo de vida, lo sabía todo a la perfección. Utilizó bien las Escrituras y mostró su perfecta dependencia, tal como el Hombre perfecto solamente podía hacerlo. Ahora bien, ¿no tentamos a veces al Señor? Lamentablemente, tenemos que admitir que a veces nos metemos en situaciones difíciles y luego tratamos de insistir en que Dios nos saque de ellas, situaciones en las que nunca nos habríamos encontrado si hubiéramos hecho de Dios nuestra habitación, si hubiéramos andado por el camino de la piedad y la humilde obediencia. Sucede lo mismo cuando citamos las Escrituras inexactamente para justificar un determinado curso de acción, haciendo exactamente lo que el diablo quería que hiciera nuestro Señor. Solemos decir: «¿Acaso esta no es la voluntad de Dios? ¿No está en conformidad con sus pensamientos?». Puede que sí, pero el Señor no nos está llevando a hacer tal cosa, y su Espíritu está testificando a nuestra conciencia perturbada –perturbada debido a la lucha interior con su Espíritu–, pues buscamos satisfacer ciertas ambiciones personales o nuestra propia voluntad, y luego lo cubrimos de una aparente piedad. La carne que se viste de religión es un enemigo insidioso. Agrademos a Dios, tal como lo hizo su Hijo, haciendo del Señor nuestra habitación, y esperando en él para todo.

Alexandre Leclerc

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