El Señor Está Cerca

Miércoles
24
Mayo

Luego que supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad clamando con grande y amargo clamor.

(Ester 4:1)

Cuando [Jesús] llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz!… no conociste el tiempo de tu visitación.

(Lucas 19:41-42, 44)

Después de la cautividad en Babilonia (15) Lágrimas sinceras

El decreto para la aniquilación de los judíos fue escrito, sellado con el anillo del rey y enviado a todas las provincias. “Cada provincia y lugar donde el mandamiento del rey y su decreto llegaba, tenían los judíos gran luto, ayuno, lloro y lamentación; cilicio y ceniza era la cama de muchos” (Est. 4:3). Mardoqueo, cuya fidelidad había provocado el odio de Amán, quien a su vez emitió este cruel decreto, se lamentó con profunda angustia, y se paseó por la ciudad clamando con “grande y amargo clamor”. Luego rechazó las ropas que Ester le había enviado para sustituir su cilicio, y le informó de lo sucedido. No pudo hacer nada más que esto, pero le imploró a Ester que intercediera por su pueblo ante el rey. Ella aceptó, aunque esto implicaba poner en riesgo su propia vida.

De forma similar, aunque en total contraste, vemos a nuestro amado Señor, en su último viaje a Jerusalén, llorando por esa ciudad y su futuro a medida que se acercaba a ella. Había venido a lo suyo, pero los suyos no lo recibieron. No conocieron el tiempo de su visitación. Sus líderes lo odiaron sin causa e incluso conspiraron para matarlo. Ellos mismos pronunciaron una terrible maldición sobre su pueblo: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt. 27:25). ¡Qué terrible destino les esperaba! Sus enemigos vendrían contra la ciudad y la sitiarían, no dejando piedra sobre piedra, pues todas serían derribadas. No habría nadie a quien recurrir. Con amor y resolución, Jesús vino a poner su vida por sus enemigos, ¡y por todos nosotros!

Eugene P. Vedder, Jr.

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