Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás.</strong> <em>(Mateo 4:10)</em> <strong>Jóvenes… la palabra de Dios permanece en vosotros.
Podemos observar que Cristo no solo citó las Escrituras, sino que la citó como Escritura, pues cada vez dijo: “Escrito está”. Y en cada tentación venció por medio de la Palabra de Dios. Esto se debió a su sencilla y feliz dependencia de Dios, y a que tenía la Palabra de Dios en su corazón. Demostró la verdad contenida en la Palabra: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Sal. 119:11). Derrotado, Satanás lo dejó, “y he aquí vinieron ángeles y le servían” (Mt. 4:11). Los ángeles se alegraron de ver a un Hombre vencer a Satanás mediante la dependencia y la obediencia. Y esto lo vieron en Cristo. ¿Pueden verlo en nosotros? El secreto de la fuerza radica en gran medida en esto: atesorar la Palabra de Dios en el corazón y obedecerla sin rechistar.
Si me encuentro en una dificultad, ¿crees que el Espíritu de Dios me ayudará con un versículo de la Escritura que no haya “atesorado” en mi corazón? ¡Claro que no! Creo que, si he sido descuidado y perezoso en la lectura de la Palabra de Dios, entonces no tendré las Escrituras verdaderamente atesoradas en mi corazón. El Espíritu de Dios no puede traer a mi memoria una Escritura que nunca he leído. Y también quiero aprovechar de insistir en la importancia de tener nuestra mente bien provista de la Palabra.
Juan resalta que “la Palabra de Dios permanece” en los jóvenes. Sus pensamientos están moldeados por la Palabra de Dios. El conocimiento de Dios se obtiene por medio de su Palabra, y por encima de todo, directamente de Cristo, pues él es la Palabra. Pero entonces, tú y yo tenemos que atesorar esa Palabra en nuestros corazones. Es por eso que en el Salmo 119 solo hay dos versículos que no hacen alusión a la Palabra de Dios. Estudia este salmo con detención. “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra” (Sal. 119:9).
W. T. P. Wolston